CHRIS BURDEN, PERFORMANCE DE LA VIOLENCIA
Sara Gómez, Diacrónica [Policultura para armar], en La Crónica de hoy. Año 1, 27 julio, 2009
Noticiarios, documentales, la prensa, las películas, han trasmitido y reproducido la violencia derivada de guerras y agresiones sociales. Lejos de arraigar en el espectador una mirada crítica, regularmente descontextualizan las consecuencias de la violencia y, en la transformación de la realidad en imágenes representativas, la frivolizan. Muchas de esas imágenes son ya comunes, y aunque por momentos son conmovedoras, al dar vuelta a la página o cambiar de canal, olvidamos la masacre, los muertos, el dolor, para emocionarnos con la nueva temporada de alguna serie o las modas. Cuando éstas imágenes violentas se ponen de moda, se vulgarizan y terminan como recurso útil para el mercado, se vuelven material para el entretenimiento.
Ganan ahora en descripción y meticulosidad de imágenes las series y programas televisivos o películas, donde la violencia pierde su verdadero peso trágico, confiriendo a los acontecimientos un aura impersonal; de tal manera que se resta peso a la tragedia real.
El arte también ha abordado el tema de la violencia, lo ha representado a lo largo de su historia, y cabe preguntarse, si una vez asumida la tesis de que la imagen exacerbada, separa y descontextualiza la violencia de la realidad, el arte no cae en este mismo fenómeno; y si no, entonces de qué manera juega un papel crítico.
Entre 1965 y 1970 los llamados accionistas vieneses (un grupo de artistas austriacos: Günter Bruss, Herman Nitsch, Atto Mühl) criticaron a la pintura (específicamente los movimientos como el expresionismo abstracto) porque a pesar de los esfuerzos por aproximarse de manera precisa a la realidad, seguían siendo una mera representación; una ilustración de ésta; porque la forma, el modo en que está presentada la obra de arte, pone distancia entre la realidad y la representación de la realidad. La propuesta concreta de esta corriente fue develar un camino que diera paso a la violencia real a través de preformances, en donde se cortaban, mutilaban y quemaban; así buscaban utilizar el cuerpo como acto revolucionario que transformara tanto la estética del arte como las conciencias de los espectadores.
Pese a los esfuerzos para no caer en la representación, las acciones de estos artistas sólo pudieron sobrevivir a través de registros fotográficos o de video, y fueron legitimados por los espacios convencionales del arte; este formato los regresó a ser parte del arte meramente contemplativo.
El artista estadounidense Chris Burden critica la contradicción del movimiento austriaco, y en su obra, sobre todo la etapa de performance, trata de encontrar modos o mecanismos donde la representación, la acción y la realidad no se peleen o contradigan, sino que la representación y el contexto sirvan de medio para generar un instante de reflexión sobre la realidad de la violencia; siempre a través de una experiencia.
Para el artista todo el mundo industrializado está sujeto a una carga muy pesada de violencia, como el terrorismo y la guerra; el uso de la violencia en su obra, intenta prefabricar los acontecimientos violentos que invaden nuestras vidas, y hacerlos evidentes.
Shoot (1971) es un performance donde un sujeto dispara en el brazo al artista por petición propia, la acción se realizó con poco público, cerrada a los medios de comunicación, lo que le dio un contexto interesante, puesto que no intentaba conmover al público con un acto extravagante, sino que el público, al observar esta escena convertida en imágenes (es decir, el registro de la acción en video) se identificara y tratara de imaginar qué se sentiría recibir un disparo.
Velvet Water (1974) es una obra que demuestra que las imágenes de los medios de comunicación ofrecen más información que la fuente real. El artista se coloca en la esquina de un lavabo lleno de agua, donde repetidas veces sumerge la cabeza hasta estar apunto de ahogarse. La escena está siendo transmitida por varios monitores de televisión. Es importante observar que los espectadores podían ver más claramente a través de los monitores de televisión que la acción en sí. Esta pieza está evidenciando que muchas veces el sucedáneo de información llega a ser más verdadero que la información original; que los medios son filtros que cargan o anulan los significados.
El hacer evidente un fenómeno como este, le da a la obra de Burden la posibilidad de hablar de la violencia sin caer en la banalización de las imágenes, porque las resignifica, hace con ellas una denuncia critica a un mundo cada vez más indolente, y desapegado de la realidad, que observa desde el filtro de la televisión y las películas.
El arte aquí resulta liberador y transformador, generador de conciencia y de posicionamientos críticos, lo que lo libra de ser manipulador, frívolo y meramente contemplativo; regresa al espectador la posibilidad de volver a observar la realidad tal cual es.